miércoles, 13 de octubre de 2010

leer los días, describir su cadencia

Una imagen enredada a una tristeza y también al revés, la tristeza que sale a flote mediante ciertos préstamos de una vida vivida en accidentes.

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Flujo constante del conocimiento que empieza a encontrar un lugar. Espero que no se deshaga en mi desmemoria antes de colocarle el nombre de la paz.

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Planes establecidos, el control como el rostro más certero de la madurez.

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El control reconfortante es el control de lo controlable que se sabe extraño ante lo extraño. Porque el que todo lo controla se ha quedado con muy poco, y hay un vasto jardín de sinrazones que hay que saber cuidar, mirarlo puramente para vivir siempre con las puertas abiertas a un futuro insólito.

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Como un ritmo acompañado en sus márgenes, aunque a veces en su mismo centro, por la disonancia. Un ritmo con el cual marcar los pasos.

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Contar como seguir un ritmo, contar la vida hasta el último instante, el silencio de la muerte.

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Leer más puede ser leer menos. Leer con un punto de partida, siempre: cuán bien hacen los grandes autores que llegan tarde: llegan a conversar, no a deslumbrar. Así que las grandes listas quedan para los críticos. Para el arte puede ser suficiente una pequeña familia (bien unida).

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